Mañana de invierno

Esta madrugada la nostalgia ha entrado en mi casa sin avisar. Me he dado cuenta sobre las nueve de la mañana, me dirigía a la cocina y ya en las escaleras he notado algo extraño. Olía a café y tostadas.
Estaba sentada en el salón, esperándome... No me apetecía quedarme a charlar con ella, la soledad me había visitado la noche anterior y apenas había podido dormir, así que intenté no cruzarme con su mirada, pero fue imposible, se escondió entre mi ropa. Al subir al coche y quitarme el abrigo sentí un golpe en el pecho,la encontré en el espejo del retrovisor, callada, nerviosa, como si fuera la primera vez...


La soledad maldita, maldita hija de puta,
cada noche aparece rompiendo las esquinas,
se cuela por ventanas y agujeros, se instala
en los rincones más íntimos del alma.
Uno quisiera entonces encontrar una mano,
un espejo de aguas marinas, unos brazos
donde encontrar refugio. O tal vez solamente
una taza caliente de colacao, un cigarro.
Un verso, por ejemplo de Sonia, o una carta
olvidada en el último cajón de la mesilla.
Una radio que suene con música de Mozart.
O el recuerdo bellísimo de tu nombre en mi boca.
Cualquier cosa que salve los labios del mordisco
brutal de esa maldita, maldita hija de puta.
Cualquier cosa que sirva para hacer que el reloj galope desbocado hasta esta fría mañana.


Rodolfo Serrano

1 comentario:

Anónimo dijo...

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